Isabel Elías Barón se perfila como una nueva protagonista del teatro musical argentino. Tras años de formación y búsquedas personales, se afirma como artista por mérito propio más allá de la etiqueta de “la hermana de”. Hija menor de una familia con fuerte inclinación artística, atravesó pérdidas personales y creció rodeada de creatividad que influyó en su formación y en la construcción de su identidad. En esta entrevista cuenta su trayectoria, las dudas de la infancia y cómo equilibra la pasión artística con la vulnerabilidad.
El arte estuvo presente desde su infancia: primero en juegos con sus hermanos, luego en escuelas con oferta creativa y, finalmente, en una formación profesional que incluyó danza y perfeccionamiento vocal. Con 29 años, valora la experimentación y el aprendizaje continuo; el escenario es su espacio de mayor vitalidad por la conexión con el público, aunque también disfruta trabajar frente a cámara y tiene interés en el cine.
Consolidada como una de las protagonistas de Alberdi, el musical del momento sobre Juan Bautista Alberdi, mira al futuro con ganas de crecer: busca temporadas más largas, proyectos propios y mantenerse fiel a su identidad individual. Su recorrido muestra cómo la disciplina y la resiliencia pueden construir una carrera honesta y singular.
–¿Recordás el primer momento en que sentiste que el arte era parte de tu vida?
–Desde muy chica estuve rodeada de música y escena por mi familia. Mi primer recuerdo en un escenario es en Brasil, en un Club Med, en un show infantil junto a mis hermanos: no conservo muchos detalles, pero sí la sensación de seguridad y emoción de estar allí acompañada por ellos.
–¿En qué momento sentiste de verdad que lo artístico era tu camino?
–Fue algo natural: crecí en un hogar con música y actividades artísticas, y en el colegio —el Jean Piaget, fundado por mis abuelos— había muchos talleres y actos. A los cuatro años empecé con danzas árabes y luego probé clásico, jazz, tap, flamenco, hip hop y reggaetón. Desde que pude tomar clases no dejé de formarme.
–¿Tu mamá fue una persona clave a la hora de elegir ese camino?
–Sí: mi mamá siempre nos acompañó sin obligarnos. Ella apoyó nuestras elecciones y, junto con la influencia de mis hermanos, fue fundamental. No hubo presión para hacer otra cosa; más bien respaldo para explorar el arte, y cuando empecé canto y actuación confirmé que era mi lugar.
–¿Sentís que eso te ayudó a probar cosas nuevas?
–Sí. Soy creativa y curiosa; me gusta experimentar. Este año empecé cerámica y me sorprendió que lo disfruté mucho. Toco batería, piano y guitarra; en pandemia aprendí teclado en casa con varios instrumentos. Tengo facilidad para aprender y aprovecho las oportunidades para probar.
–¿Hubo presión para que estudiaras una carrera tradicional o fue tuya la decisión de ir hacia el arte?
–No hubo presión. Perdí a mi papá a los 11 años y mi familia siempre respetó mis decisiones. Intenté el CBC de veterinaria porque me gustan los animales, pero no me sentí cómoda y volví al arte, que me ofrecía herramientas con las que conectaba mejor.
–¿Cómo fue tu formación técnica?
–Además de las distintas disciplinas de danza, tomé clases de canto para comedia musical desde los 15 y acumulé ocho años de trabajo vocal que me dieron herramientas sólidas. Sigo perfeccionándome, estudio Artes Dramáticas en la UNA a mi ritmo, trabajo como bailarina en eventos y tengo un emprendimiento de moda circular. Me mantengo activa para no estancarme.
–Tu hermana Jimena ya estaba en el ámbito, ¿crees que el apellido te pesó o te dio impulso?
–Es un orgullo ser su hermana y ella fue una referencia, pero siempre busqué hacer mi propio camino. El apellido puede abrir puertas, pero audiciono, envío mi material y trabajo para conseguir proyectos por mérito propio. Jimena me apoyó y aconsejó sin presionarme.
–Respecto a tus últimos proyectos, ¿cómo llegaste a El Barro y a Alberdi, el musical?
–En El Barro participé por audiciones; fue mi primer casting grande y, aunque no obtuve el rol que quería, gané experiencia en set. Para Alberdi, Pablo Flores Torres me conocía de talleres y me propuso sumarme. Es un logro porque me permite combinar canto, baile y actuación. El grupo es colaborativo; empezamos con funciones semanales, tenemos prevista una gira a Rosario y aspiramos a temporada de verano. También trabajo como bailarina en eventos privados.
–¿Cómo fue investigar el personaje de Ignacia Gómez de Cáneva para Alberdi y dar vida a una mujer poco conocida de la historia?
–La información es limitada: principalmente cartas entre Ignacia y Alberdi y alguna fotografía. Pablo leyó ochenta cartas y, a partir de ese material, fuimos construyendo el personaje. El desafío es darle voz a una figura poco presente en los relatos convencionales y aportar visibilidad a mujeres históricas olvidadas.
–¿Te siguen sorprendiendo y desafiando los personajes después de varias funciones?
–Sí. Aunque llevemos varias funciones, sigo investigando y añadiendo matices según el feedback de compañeros y cercanos. Trabajo especialmente la respiración para mantener la calidad vocal tras coreografías intensas; siempre busco mejorar la performance.
–¿Te sentís más cómoda frente a cámara o en el escenario?
–Disfruto ambas cosas, pero me inclino por el teatro: cada función es única y está cargada de emoción. La producción audiovisual permite ensayar y corregir, pero el directo tiene algo irrepetible. De todos modos, me interesa explorar tele, cine y series en el futuro.
–¿Qué consejo le darías a alguien que quiere empezar en el arte o no se anima?
–Que se animen y disfruten, que no se dejen frenar por comparaciones ni por comentarios negativos en redes. Es importante rodearse de gente que acompañe. Las carreras no se construyen de un día para otro, pero con autenticidad, esfuerzo y persistencia se pueden alcanzar proyectos.
