Kennys Palacios, el estilista y maquillador de Wanda Nara, conto que en su adolescencia trabajo como verdulero durante apenas “dos, tres dias” en Buenos Aires. Lo relato en el programa El ejercito de la manana, transmitido por el streaming de Bondi Live, y explico que esa experiencia lo impulso a retomar los estudios y buscar su verdadera vocacion.
Al preguntarle cual habia sido su trabajo mas extrano, respondio: “Fui verdulero”. Dijo que acepto ese puesto como ultima opcion y casi por castigo, porque no queria seguir estudiando en ese momento.
Durante la entrevista detallo la dureza del trabajo en la verduleria: aseguro que no pretende menospreciar a nadie, pero que era una labor fisica muy exigente. Conto que se tenia que levantar muy temprano, alrededor de las tres y pico de la manana, e ir al mercado de Beccar, cargando bolsas pesadas al hombro.
Tras esa breve experiencia, Palacios comprendio que no era el camino para el: estuvo cargando bolsas de papas durante tres dias y decidio que debia buscar que estudiar.
Al dejar ese empleo, comenzo a explorar opciones de formacion profesional. Quiso estudiar relaciones publicas, pero recordo que en ese entonces resultaba caro -la cuota era alta-, por lo que evaluo alternativas y finalmente se inclino por la peluqueria, en parte por la influencia familiar: su abuela habia sido peluquera y eso lo marco desde pequeno.
La entrevista en Bondi Live tambien incluyo menciones a su amistad con la conductora de MasterChef Celebrity, a sus primeros pasos como estilista y a otros aspectos de su vida personal.
En otra charla en Casino Resort, el ciclo de entrevistas del Pollo Alvarez en Infobae, Kennys profundizo en la importancia de su abuela Julia en su eleccion profesional: conto que vio una publicidad de una escuela de peluqueria en television y llamo; su abuela, que habia sido peluquera pero tuvo que dejarlo por la oposicion de su marido, lo apoyo, le compro su primer secador y lo alento a seguir ese camino.
Con esfuerzo fue ganando espacio en el oficio: recordo que su curso tenia entre 40 y 50 alumnos y que el fue uno de los pocos que perseveraron. Admitio que al comienzo fue duro-llego a irse llorando por tareas como lavar cabezas, que muchas clientas criticaban si se mojaba la ropa-pero sus companeros lo impulsaron a creer en su talento. Poco a poco, y con el apoyo de Leo Paparella, propietario que confio en el, empezo a trabajar en desfiles, eventos y medios, y asi fue consolidando su trayectoria.
