Jay Kelly, la inesperadamente tierna nueva pelicula de Noah Baumbach, ofrece una cuidada factura visual, actuaciones solidas de un elenco entranable y un gusto por la estetica del viejo Hollywood que sirve bien a su trama: la crisis de madurez de su protagonista homonimo, interpretado con claridad y matices por George Clooney.
“Es como una pelicula en la que interpreto a mi mismo”, le dice Jay a su representante Ron (interpretado con calidez por Adam Sandler) mientras intenta comprender que le ocurre.
La pelicula invita a confundir a Clooney con Jay: la semejanza de sus nombres y la trayectoria profesional del actor hacen que la identificacion sea casi natural. Al igual que Jay, Clooney ha sido estrella de accion, galan romantico y ahora, segun dice Ron, “el ultimo de los viejos astros de cine”. Una gala de homenaje resume su carrera mediante un montaje de momentos destacados, subrayando esa ambiguedad intencionada.
Jay ha pasado tanto tiempo interpretando papeles ajenos que parece haber olvidado su propia vida. Esta distanciado de Jessica (Riley Keough) y a punto de perder la cercania con Daisy (Grace Edwards), que entra en la adultez posiblemente en compania de un joven cineasta conocido en Paris. Su fama se atenua; su nombre pasa de las marquesinas a las estatuillas, y Ron y Liz (la publicista, encarnada por Laura Dern) siguen a su lado por una lealtad que resulta ambiguamente interesada.
El personaje transmite la sensacion de una reliquia, y Clooney lo interpreta con consciencia de ese rasgo. Baumbach recurre a recursos clasicos, por ejemplo mediante recuerdos que revelan episodios poco favorables del pasado -con Charlie Rowe como joven Jay-: la interferencia en la audicion de una colega, la negativa a respaldar a un mentor en apuros y los intentos de sus hijos por captar la atencion de un padre ausente.
Si bien la pelicula ofrece muchas virtudes, el personaje de Jay es a menudo antipatico: vanidoso, desconsiderado y capaz de crueldad casual. Una conversacion con su antiguo companero Timothy (una interpretacion contenida pero potente de Billy Crudup) deriva en manipulacion, en la que Jay obliga a Timothy a representar el menu al estilo del metodo y a fingir llanto. La escena culmina con la inquietante pregunta de Timothy: “Hay una persona ahi dentro?” y la respuesta dura: “Quiza en realidad no existes”.
No obstante, Jay no resulta completamente detestable. Hay momentos que muestran la complejidad de sus relaciones: por ejemplo, la sorpresa del narrador cuando Ron aplica un apodo reservado a Jay al otro cliente y rival, Ben Alcock (Patrick Wilson). La actuacion de Clooney, calida y matizada, explica como tantas personas quedaron atrapadas por la fama hasta que la carrera comienza a declinar.
Baumbach y la coguionista Emily Mortimer salpican el guion con frases contundentes -“Nada de lo que creias que eras es cierto”; “Todos mis recuerdos son peliculas”; “Es una tremenda responsabilidad ser uno mismo”- que contribuyen a un tono nostalgico. La partitura, un quinteto agil de Nicholas Britell, tambien parece anclada en una sensibilidad de epoca.
Quienes prefieren el ritmo de Sorkin pueden encontrar excesiva la rapidez en los dialogos de Baumbach y Mortimer, pero ese flujo constante de palabras y ruido ayuda a enfatizar los pasajes silenciosos donde Jay debe enfrentar sus propios recuerdos.
Las peliculas sobre peliculas y las historias de padres distantes estan en boga, pero Jay Kelly va mas alla del recurso metacinematografico o del retrato de personaje: aborda los usos y abusos del artificio, desde Ron que oscurece las cejas de Jay con un rotulador Sharpie hasta la representacion de Jay como hombre de familia en un plato.
Al mismo tiempo, la pelicula funciona como una elegia: Baumbach expresa su afecto por una vision de Hollywood que se desdibuja, antes de que el tiempo nos prive de ella por completo.
Fuente: The Washington Post.
[Fotos: prensa Netflix]
