El gobierno brasileño busca asegurar la firma del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur —Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y, desde diciembre de 2023, Bolivia— para atribuirse la autoría política del pacto. El presidente Lula anunció en la cumbre del G20 que la firma se celebrará el 20 de diciembre, fecha en la que también está prevista la cumbre de líderes del bloque en Foz do Iguaçu, cuando Brasil transferirá la presidencia a Paraguay. La intención de posponer la cumbre a enero sería mantener la firma bajo la presidencia brasileña y obtener rédito político en un año electoral. Lula ha destacado la magnitud del acuerdo, que abarcaría a 722 millones de personas y 22 billones de dólares de PIB. El tratado lleva más de dos décadas de negociación: en 2019 se firmó un acuerdo de principios y el año pasado se cerró un capítulo político; ahora requiere la aprobación del Parlamento Europeo y la ratificación de los parlamentos nacionales del Mercosur y de la UE. La economista Maria Luiza Falcão Silva resume el dilema: concluir un acuerdo pensado para el siglo XX o adaptarlo a las necesidades del siglo XXI.
No obstante, hay divisiones importantes en Europa. Países como Francia representan una oposición significativa, impulsada por sectores como la agricultura. La Asamblea Nacional francesa aprobó recientemente una resolución que orienta al Gobierno a rechazar el acuerdo, y el presidente Macron lo calificó de insatisfactorio y susceptible de mejora. La principal preocupación francesa es la competitividad en el comercio de carne frente a grandes exportadores sudamericanos. Frente a ello, Lula ha subrayado que las negociaciones se realizan con la Unión Europea en su conjunto y no con países individualmente.
Entre los puntos más controversiales están el riesgo de dumping —importaciones a precios por debajo del valor normal— y dudas sobre la eficacia de las cláusulas de salvaguardia para proteger la industria europea ante subidas bruscas de importaciones. También suscita preocupación la compatibilidad de requisitos sanitarios, debido al uso en América Latina de agrotóxicos prohibidos en la UE. Para tranquilizar, el vicepresidente de la Comisión Europea, Maroš Šefčovič, afirmó que todos los alimentos comercializados en la UE deben cumplir normas sanitarias “no negociables”, con controles fronterizos y auditorías en terceros países. La votación en el Parlamento Europeo y entre los Estados miembros está prevista para los días 18 y 19 de diciembre.
Según la Comisión Europea y países como Alemania y España, el acuerdo podría ayudar a compensar pérdidas comerciales derivadas de aranceles impuestos por Estados Unidos, ofreciendo a empresas europeas un mercado alternativo para automóviles, maquinaria y productos químicos. Esto incrementaría la competencia en mercados latinoamericanos y la aplicación de normas europeas podría restringir las exportaciones del Mercosur al Viejo Continente.
Brasil busca fortalecer su presencia en Europa, en parte como respuesta a los aranceles estadounidenses. Aunque Washington eliminó el 20 de noviembre aranceles del 40% sobre carne vacuna, café y otros productos agroalimentarios brasileños, varios grupos de exportaciones siguen gravados. Según el Ministerio de Desarrollo, Industria, Comercio y Servicios, de los 40.400 millones de dólares exportados por Brasil a EE. UU. en 2024, 8.900 millones enfrentan un arancel del 40% y 6.200 millones un 10% adicional; en conjunto, el 22% de las ventas están afectadas. El gobierno teme que la retirada de aranceles venga acompañada de nuevas exigencias por parte de Washington y ha planteado en las conversaciones la eliminación de la suspensión de visados para ministros y de sanciones impuestas bajo la ley Magnitsky al juez Alexandre de Moraes y a su esposa.
Además, Brasil está preocupado por el acuerdo de cooperación comercial y de inversión anunciado el 13 de noviembre entre Donald Trump y Javier Milei. El Ejecutivo teme una pérdida de competitividad industrial frente a productos estadounidenses en Argentina, lo que podría alterar cadenas productivas. Brasil exporta a Argentina principalmente manufacturas, que representan más del 90% de las ventas, con un comercio de 14.900 millones de dólares entre enero y octubre de 2025 y un superávit de 5.100 millones. El sector automotriz es el más expuesto, representando el 45,5% de las ventas a Buenos Aires.
Expertos señalan riesgos y limitaciones: Marcela Franzoni advierte que productos estadounidenses más baratos podrían sustituir rápidamente a los brasileños en Argentina, y que el impulso hacia acuerdos bilaterales con grandes potencias debilita la lógica integradora del Mercosur. Sin embargo, Federico Servideo apunta que la capacidad brasileña en materias primas obliga a Argentina a mantener relaciones con sus exportadores, y señala que ciertos sectores argentinos, como la industria cárnica, podrían aumentar sus ventas a EE. UU. solo si reconstruyen su base ganadera, un proceso complejo que preservaría una ventaja indirecta para Brasil.
El efecto real dependerá de los detalles aún confidenciales del acuerdo entre Argentina y Estados Unidos. Para muchos sectores el impacto sería limitado: Brasil sigue siendo el principal proveedor de Argentina (14,9% de sus importaciones), por delante de China y EE. UU. Además, la prioridad de Washington parece orientada a reducir la influencia china en Argentina más que a desbancar a Brasil como socio comercial.
La reunión entre Trump y Milei, prevista para el 6 de diciembre en Washington, clarificará el alcance del acuerdo y su posible amenaza para las exportaciones brasileñas. Mientras tanto, la industria brasileña cierra 2025 con datos positivos pero con señales de desaceleración según la encuesta de la Confederación Nacional de la Industria (CNI), análoga al PMI internacional: la producción marcó 51,5 puntos en octubre, pero el empleo industrial retrocedió a 48,8 puntos. La combinación de demanda interna débil e incertidumbre externa anticipa un arranque lento para la manufactura en 2026.
