Un verano trabaje en el sur de Francia, en un pueblo azotado con frecuencia por el mistral, un viento persistente del noroeste que sopla durante todo el ano. Cada tarde, al volver en bicicleta desde el trabajo, una rafaga lanzaba polvo a mi rostro y a menudo hacia casi imposible avanzar. Ese recorrido de casi cinco kilometros es el recuerdo mas vivaz que conservo de esa temporada.
En su libro The Breath of the Gods, Simon Winchester -escritor de viajes y divulgador que ha abordado temas como el Oxford English Dictionary, el terremoto de San Francisco y el rio Yangtse- explora como los vientos afectan la geologia, la meteorologia, la etimologia y la historia, ofreciendo un repaso agil de sus distintas manifestaciones.
Winchester sostiene que el viento posibilito la era de las exploraciones y modifico el destino de civilizaciones; tambien ha inspirado obras de ingenieria y causado sufrimiento. En el caso del mistral, incluso se le ha atribuido la locura de algunas personas: Winchester relata que episodios de violencia domestica se han justificado como consecuencia de las violentas rafagas que se canalizan por el valle del Rodano tras el choque de sistemas de presion.
Desde hace milenios la humanidad intenta explicar el viento. Para los sumerios estaba personificado en cuatro deidades; en otras culturas, como la finesa, se adoraba a un dios herrero que controlaba los elementos.
La ciencia contemporanea ofrece una explicacion fisica: la atmosfera esta en constante movimiento. El aire calido tropical asciende y se desplaza hacia los polos, y el aire frio ocupa los huecos que quedan.
Ese patron global se manifiesta en fenomenos como los vientos alisios y las corrientes en chorro, que a su vez se ven alterados por cordilleras y otros obstaculos, actuando “como los muros de hielo de una pista de luge”. Los cambios repentinos en estas corrientes han marcado momentos historicos: un viento del oeste contribuyo a la derrota de la Armada Invencible en 1588 y vientos del sureste en 1986 dispersaron materiales radiactivos de Chernobil, revelando al mundo la magnitud del desastre.
Winchester dedica pasajes a quienes intentaron aprovechar la fuerza del viento: James Blyth, profesor de ingenieria en Glasgow, diseno velas giratorias que accionaban husillos y generadores de corriente continua, considerado uno de los primeros motores eolicos; y el oceanografo Walter Munk estudio la interaccion entre viento y olas y contribuyo a elegir la fecha del desembarco aliado del 6 de junio de 1944.
El viento tambien puede ser devastador cuando se combina con practicas humanas equivocadas. El Dust Bowl de la decada de 1930, provocado por la eliminacion de pastizales en las Grandes Llanuras y agravado por una severa sequia, levanto “nubes rodantes de polvo negro” de hasta un kilometro y medio de altura y ocasiono enormes sufrimientos.
El libro recorre episodios diversos y deja fuera algunas referencias que podrian haber enriquecido la narracion. Por ejemplo, habria sido pertinente mencionar a Henry Piddington, cientifico britanico en el siglo XIX en Bengala, cuyas investigaciones sobre ciclones le valieron la reputacion de “Cassandra de la ciencia climatica”.
Winchester describe tambien el bombardeo aliado de Tokio en 1945 y las corrientes ascendentes generadas por el aire sobrecalentado que provocaron vientos huracanados. Sin embargo, omite el desastre natural que precedio a esa epoca: el gran terremoto de Kanto de 1923, cuando un “tornado de fuego” arraso un area llena de refugiados y mato a cerca de 44,000 personas en minutos.
Las alusiones a la propia trayectoria aventurera de Winchester resultan interesantes, aunque a veces transmiten un orgullo contenido. Relata su experiencia nautica, en la que admite haber navegado “pocas millas”, principalmente en el oceano Indico en los anos ochenta, como tripulante inexperto en una goleta de siete toneladas.
A pesar de algunas omisiones, el libro es entretenido y esta lleno de datos historicos y reflexiones sobre el futuro. En la cima del monte Washington, en New Hampshire, donde se registro una velocidad del viento de 231 millas por hora, Winchester cuenta haber sentido una calma inusual.
Se pregunta si aquello podria ser indicio de un posible “Gran Calmo”, una reduccion global en la velocidad del viento que algunos meteorologos consideran relevante para la vida en la Tierra. Los datos aun no son concluyentes y hay expertos que afirman que el viento podria incluso intensificarse. En cualquier caso, el viento sigue siendo en gran medida inasible, invisible e impredecible.
Fuente: The Washington Post


