1 de diciembre de 2025
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Mauricio Macri sobre Franco: apogeo, declive, anécdotas y charla final

“Un día decidí contar la verdad sobre la historia de mi padre sin ocultar nada, porque cuando me metí en política el kirchnerismo y la izquierda lo estigmatizaron y se creó una versión fantástica de sus orígenes”. Con esa declaración desde sus oficinas en Olivos, Mauricio Macri presentó a Infobae su libro “Franco. Vida de mi padre. La historia de mi mayor maestro y mi gran antagonista”.

La obra aborda la relación afectiva, personal e institucional entre padre e hijo, así como el perfil público y político de Franco Macri. Relata un vínculo cargado de cariño pero también de rivalidad, que según Mauricio se agudizó tras el secuestro que sufrió en 1991.

En la entrevista el ex presidente ofreció anécdotas y detalles—algunos no incluidos en el libro, como sus conversaciones durante los largos baños de Franco—centrándose en la biografía de su padre y en la reconciliación que se dio años más tarde, tras la muerte de Franco.

Macri describe a su padre como un optimista constante, un creador apasionado por sus proyectos y por la acción: rasgos que él mismo incorporó observando el ejemplo más que por enseñanzas verbales. Aclara que la política no formó parte del mundo que su padre comprendía.

Durante la charla evocó episodios y recuerdos que trazan el perfil de uno de los empresarios más destacados de Argentina y muestran la complejidad de su relación personal con él. Relata que desde chico admiró la capacidad de su padre para imaginar, crear y reunir recursos humanos y económicos.

La dinámica entre admiración, conflicto y competencia es el eje del retrato íntimo del libro. Macri admite que, pese a los desencuentros, Franco siempre lo consideró fundamental y dedicó gran parte de sus esfuerzos a transmitirle su experiencia.

La entrevista completa con Mauricio Macri

—¿Por qué decidió escribir este libro?

—No lo sé exactamente. Un día sentí la necesidad de contar la verdad sobre mi padre sin omisiones. Al involucrarme en política, la figura de mi padre fue estigmatizada con intenciones políticas y se construyó una versión distorsionada de su historia. El libro busca mostrar que fue un optimista creativo y un apasionado del hacer, valores que yo absorbí observándolo. La política, en cambio, era algo que él no terminaba de entender.

—¿Por qué afirma que no la entendió?

—Porque le resultaba difícil comprender la política en Argentina. Él siempre se acercó con la intención de ayudar al país desde su perspectiva empresarial: si la economía crece, sus industrias se benefician. Relata reuniones con políticos como Alfonsín, en las que explicaba cómo un país más grande favorecería a su actividad productiva.

—El libro repasa los orígenes y el crecimiento de Franco Macri; menciona también el Partido Qualunquista fundado por su abuelo.

—Sí, fue una influencia familiar. Aunque mis recuerdos de mi abuelo son pocos, guardo momentos como jugar ajedrez con él y más tarde ir conociendo su historia. Esa herencia genética y de actitud influyó en la familia.

—¿Cuándo advirtió la dimensión pública de Franco Macri?

—Desde niño lo veía como un héroe. A los cinco años me llevaba a las obras y fui incorporándome a su mundo. Su capacidad para imaginar y emprender se hizo evidente cuando se arriesgó en la industria automotriz y asumió cargos influyentes. Su carisma y seriedad le generaban respeto.

—En la primera parte del libro usted escribe que era una de las obras de su padre.

—Sin duda. Para él yo era muy importante; siempre estuvo pendiente de mí y buscó transmitirme sus vivencias, a veces obligándome a acompañarlo en situaciones que a mí me parecían aburridas, porque consideraba que se aprendía observando.

—¿Qué aprendió de él como padre?

—La virtud del hacer: priorizar la acción sobre la acumulación material. Mi padre no coleccionaba objetos; valoraba crear y generar empleo. Me transmitió la idea de que dar y crear son más satisfactorios que acumular.

—¿Y qué defectos heredó?

—La tendencia a asumir riesgos excesivos. Yo fui algo más racional; él se guiaba mucho por la intuición y vivió tiempos donde el voluntarismo tenía más espacio del que existe hoy.

—Un punto clave en el libro es el secuestro que usted sufrió y cómo eso cambió la relación entre ustedes.

—Fue un evento traumático que aumentó la exposición pública de la familia. Antes la esfera empresarial era conocida, pero el secuestro hizo que nuestra vida privada y el drama familiar se volvieran de interés público. Eso alteró el foco de mi padre, generó frivolidad alrededor y aceleró la competencia entre nosotros.

—¿Cómo vivió la angustia de ese tiempo al imaginar a su padre del otro lado?

—Lo viví con mucha impotencia. Recuerdo ver a mi padre en televisión intentando mostrar entereza, pero claramente el impacto lo había partido. Teníamos un vínculo fuerte y verlo así fue desgarrador.

—¿Hablaron del tema luego de la tormenta?

—No mucho. Ambos optamos por dejar atrás ese episodio; hubo una decisión conjunta de no volver a hablarlo. Mi padre reavivó el recuerdo en algún momento con mi hermana, pero en general lo evitamos.

—Usted relata momentos incluso con humor, como cuando su padre, con problemas de audición, interactuaba con el secuestrador y la situación se tornaba caótica.

—Sí, con el tiempo algunas escenas adquieren un matiz tragicómico, pero en su momento fue una pesadilla. La familia vivió momentos de desesperación, especialmente mientras esperábamos la confirmación de que cumplirían con la entrega del rescate.

—En el libro también aborda los claroscuros de Franco Macri, incluidos errores empresariales como la etapa final del Correo.

—Ese fue un proyecto que yo consideré inviable. Franco buscaba recuperar protagonismo después de pérdidas en otras áreas y se lanzó a decisiones que resultaron desastrosas. Puso enormes recursos y el negocio nunca fue capaz de pagar los compromisos que asumió; sin embargo, se difundió la idea de que obtuviera ganancias, lo cual no fue cierto.

—Menciona además las dificultades por la fragmentación sindical en el Correo.

—Los 89 sindicatos y la competencia de otros actores como OCA complicaron cualquier intento de reorganización laboral y operativa. Fue un conjunto de factores que hizo inviable recuperar la inversión.

—Usted también valora episodios de la gestión de la ciudad durante la dictadura, como la obra pública de Cacciatore y Guillermo Laura.

—Lo hago porque es un juicio factual: algunas obras fueron transformadoras, como la conexión al aeropuerto o la modernización de la recolección de residuos. Reconocer eso no significa relativizar la dictadura, sino distinguir actuaciones públicas que tuvieron impacto positivo urbanamente.

—¿No teme las críticas por reconocer aspectos positivos de esa época?

—No. Creo que no todo puede ser juzgado de forma absoluta; hay hechos concretos que mejoraron la ciudad y deben ser valorados independientemente del contexto político.

—En el libro también cuenta que su padre defendió empleados en tiempos difíciles y actuó con valentía en varias situaciones.

—Así es. Franco protegió a colaboradores y tomó decisiones basadas en lo que consideraba correcto, incluso frente a presiones. Tenía una conducta que yo describo como valiente y coherente con ciertas convicciones morales.

—Hubo momentos muy duros en la relación, como cuando llegó a decir que prefería votar a La Cámpora antes que a usted.

—Esas expresiones reflejaban una disociación: había un Franco afectuoso y otro que parecía buscar boicotearme. Comprendí que ya no lo podía manejar, pero trabajé para estar en paz con él antes de su muerte. Somos producto de nuestras familias y hay que intentar mejorar esa herencia en vez de renegar de ella.

—En las últimas páginas relata una conversación final en la que su padre le pide ayuda para “irse de este mundo”. ¿Qué recuerda de ese momento?

—Lo recuerdo con nitidez. Me llamó Anita para avisarme que mi padre estaba lúcido y me fui corriendo desde la Rosada. Franco me pidió, con dignidad y honestidad, que lo ayudara a terminar con su vida porque no soportaba la pérdida de autonomía y la humillación de depender de otros para cuidados íntimos. Yo le expliqué que no era posible legalmente y fue la última vez que estuvo coherente. Fue un momento muy duro porque transmitía que había perdido la dignidad, algo que para él era intolerable.

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