Durante mucho tiempo se sostuvo que en la Antigüedad las sociedades griegas y romanas practicaban un abandono sistemático de las personas con diferencias físicas, una imagen ligada a la búsqueda de perfección y fortaleza corporal.
Sin embargo, investigaciones arqueológicas y estudios recientes recogidos por National Geographic muestran una realidad más matizada e inclusiva, que cuestiona ese relato monolítico.
El mito del abandono tiene raíces en la tradición occidental: autores antiguos como Plutarco, Platón y Aristóteles exaltaron la perfección física como ideal. Plutarco afirmó que en Esparta los recién nacidos se presentaban ante un consejo y que los considerados “deformes” o “de baja cuna” podían ser expuestos para morir.
Para la investigadora Martina Gatto, esa visión influyó profundamente en la historia y fue usada para justificar políticas eugenésicas, como las exaltadas por Adolf Hitler en 1929. La especialista Debby Sneed advierte que esta idea ha sido empleada con fines muy nocivos.
Nuevas evidencias arqueológicas
La evidencia arqueológica reciente contradice esa narrativa simplista. Un ejemplo relevante es la ciudad romana de Heraclea Sintica, en la actual Bulgaria, donde el equipo de Viktoria Russeva y Lyuba Manoilova encontró los restos de seis personas atrapadas en cisternas por un terremoto del siglo IV d.C.
El análisis antropológico reveló que uno de los jóvenes, denominado 2N, presentaba múltiples anomalías óseas compatibles con el síndrome de Apert, una condición congénita que afecta el cráneo, el rostro y las extremidades y que requiere ayuda para alimentarse y desplazarse.
Según los investigadores, ese individuo dependió del apoyo de su entorno para sobrevivir. El contexto sugiere que, al huir del desastre, al menos una persona intentó ayudarlo a escapar, lo que pone en duda la idea de que quienes tenían discapacidad eran descartados en situaciones extremas. Véase el estudio citado por National Geographic.
La discapacidad en Grecia y el papel de la solidaridad
Las evidencias de la antigua Grecia también aportan matices importantes. En el pozo de huesos del Ágora de Atenas, fechado en el siglo II a.C., se identificaron más de 450 infantes, entre ellos bebés con malformaciones congénitas, como anomalías en las extremidades e hidrocefalia.
Estudios citados por Sneed indican que muchos de esos niños recibieron cuidados y atención médica hasta su muerte natural, en lugar de haber sido simplemente abandonados. Se han documentado incluso dispositivos de alimentación adaptados y prácticas médicas específicas para infantes con discapacidades.
Sneed sostiene que, aunque la exposición y el abandono infantil existieron en Grecia y Roma, las razones habitualmente eran económicas más que estéticas o por discapacidad. Además, hay registros de médicos que se ocupaban profesionalmente del tratamiento y cuidado de condiciones como el pie zambo o malformaciones en extremidades (véanse los estudios citados por Sneed).
En conjunto, estos hallazgos y análisis cuestionan la idea de que el infanticidio y el abandono por discapacidad fueran normas generalizadas en la Antigüedad. Aunque algunos pensadores idealizaron sociedades sin personas con discapacidad, la evidencia arqueológica muestra que muchos niños con diferencias llegaron a la adultez y recibieron apoyo familiar y comunitario.
La investigación en Bulgaria ilustra que, incluso en crisis, las familias romanas podían proteger e incluir a sus miembros con discapacidad. National Geographic concluye que esta perspectiva invita a revisar la historia del trato a la discapacidad y reconoce que la solidaridad y el cuidado formaron parte de la experiencia humana desde tiempos antiguos.


