En Rosario, hace pocos dias un bebe de seis meses fue internado con lesiones compatibles con violencia sexual. El sospechoso detenido es un hombre de 47 anos, pareja de la madre, quien tiene 16 anos: dos victimas vinculadas por el mismo agresor. En otra denuncia, un vecino conto a un canal de noticias que encontro en un pasillo a un hombre de 46 anos arrodillado sobre una nina de cuatro anos, que yacia inmovil mirando al techo. El testigo dijo haber entrado en shock ante la escena; si el reacciono asi, es posible imaginar el impacto que esto tendra en la victima durante el resto de su vida.
La violencia sexual es una forma de tortura: quienes la han sufrido lo reconocen sin vacilar. Llamarla asi permite dimensionar el dano en todas sus dimensiones: fisica, psicologica, social, cultural, espiritual y economica.
Entendida de ese modo, resulta logico que existan jornadas especificas dedicadas a visibilizar la problematica y a exigir medidas de prevencion.
El 18 de noviembre se conmemora el Dia Mundial para Prevenir la Explotacion, los Abusos y la Violencia Sexuales contra Ninos y Promover la Sanacion; el 19 de noviembre es el Dia para la Prevencion del Abuso Sexual de Ninos, Ninas y Adolescentes. Organismos como el Consejo de Europa y las Naciones Unidas impulsan estas fechas para reforzar la prevencion y la proteccion.
El 20 de noviembre se celebra el Dia Mundial de la Infancia, que remite a la Declaracion de 1959 y a la Convencion sobre los Derechos del Nino de 1989, y recuerda los incumplimientos pendientes en su aplicacion.
La violencia sexual infantil sigue siendo un problema persistente. Segun el analisis Global Burden of Disease publicado en The Lancet en 2025, las estimaciones de prevalencia durante la infancia se han mantenido relativamente estables desde 1990, con variaciones segun pais y region. El estudio indica ademas que, entre jovenes de 13 a 24 anos que sobrevivieron a estas violencias, el 67,3 % de las mujeres y el 71,9 % de los varones sufrieron la primera agresion antes de los 18 anos.
Decadas de campanas, compromisos y declaraciones no han logrado reducir esas cifras de manera significativa. Esta persistencia refleja como las sociedades a veces defienden, minimizan o niegan estos crimenes contra la infancia.
No es algo nuevo: en 1977 Le Monde publico dos cartas abiertas que hoy resultan alarmantes. Una de ellas, “A proposito de un proceso”, defendia a tres hombres encarcelados por mantener y fotografiar relaciones sexuales con menores de trece y catorce anos; la firmaron figuras destacadas de la vida intelectual francesa como Roland Barthes, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre. Meses despues aparecio otro llamamiento para revisar el Codigo Penal respecto de las relaciones entre menores y adultos, que conto con mas apoyos, entre ellos Michel Foucault, Francoise Dolto, Louis Althusser, Jacques Derrida, Marguerite Duras y Helene Cixous.
Que parte de la elite intelectual y cultural avalara publicamente la disponibilidad sexual de ninos y ninas sin considerar la imposibilidad del consentimiento ni la desigualdad de poder muestra que la banalizacion del acceso al cuerpo infantil no es un fenomeno moderno aislado: es un hilo recurrente en nuestra cultura. Una sociedad donde muchos adultos no reconocen la magnitud ni las dinamicas de la violencia sexual contra la infancia no esta preparada para prevenirla ni para erradicarla.
Tambien se ha naturalizado que figuras del espectaculo o del deporte implicadas en estos delitos vuelvan a los medios, concedan entrevistas y continuen sus carreras, pese al dano profundo que han causado a numerosos ninos y ninas.
La tecnologia incorporo un frente adicional y devastador: en los entornos digitales, una forma de violencia que el derecho internacional reconoce como tortura puede expandirse a escala industrial, anonima y transnacional.
Segun la CyberTipline del NCMEC, en 2024 se reportaron alrededor de 62,9 millones de archivos vinculados a la explotacion sexual infantil en linea -aproximadamente 33 millones de videos y 28 millones de imagenes-. Ademas, los reportes por enganche sexual en linea superaron los 546.000 casos, un aumento del 192 % respecto al ano anterior. Esta dimension tecnologica y masiva confirma que la violencia sexual infantil no es solo presencial, sino tambien una industria digital global.
Las consecuencias de esta tortura, ya sea presencial o digital, estan documentadas: quienes la padecen tienen mayor riesgo de depresion, ansiedad, consumo problematico de sustancias, dificultades de aprendizaje y problemas en la construccion de vinculos afectivos, sexuales y sociales.
Investigaciones sobre la dark web muestran otra arista preocupante: muchos consumidores de material de explotacion sexual fueron expuestos por primera vez a esas imagenes cuando aun eran ninos, y esa exposicion temprana actua como factor causal. Ademas, crece el streaming de agresiones en tiempo real, un mercado transnacional en el que usuarios pagan para presenciar abusos; en algunas redes sociales pueden encontrarse videos vejatorios compartidos para consumo masivo.
Que efectos tiene en un nino, nina o adolescente el consumo de estas producciones durante su desarrollo?
Estudios recientes, incluido el analisis del Global Burden of Disease publicado en The Lancet en 2025, muestran que una proporcion de las personas que luego cometen estas violencias fueron expuestas por primera vez a ese material siendo menores.
La exposicion temprana no solo desorganiza la vida psiquica y sexual del menor -provocando confusion, angustia, excitacion traumatica y una comprension distorsionada del consentimiento y del vinculo-, sino que tambien incrementa el riesgo de que la victima quede atrapada en la condicion de victima o, en algunos casos, repita patrones aprendidos. Por eso permitir el acceso de ninos a contenidos de violencia sexual alimenta el ciclo de las violencias.
Vivimos en una epoca en que el consumo masivo de pornografia contribuye a una cultura que normaliza la crueldad, la degradacion y la infantilizacion erotica. Terminos y practicas que erotizan lo infantil, asi como ciertas esteticas en generos musicales como parte del trap, fragmentan cuerpos y banalizan la sexualizacion de menores.
He escrito antes sobre la “pedofilizacion” del deseo como fenomeno cultural en expansion, distinto de la parafilia individual. Recientemente, en Francia hubo un escandalo por la venta de munecas con rasgos infantiles -trenzas, peinados y uniformes escolares- acondicionadas como objetos sexuales, comercializadas por plataformas internacionales.
La sexualizacion de ninas y adolescentes se profundiza por la falta de controles efectivos en plataformas digitales, por la costumbre de compartir imagenes familiares sin medir el alcance y por la negacion de la peligrosidad pese a la informacion disponible. En conjunto, esto alimenta una narrativa que normaliza la apropiacion erotica de la infancia.
Esas munecas no son incidentes aislados: alguien las conceptualizo, diseno, produjo, distribuyo y compro. Ese circuito revela como industrias y mercados pueden habilitar y normalizar la apropiacion erotica de la infancia. Por eso las organizaciones llevan decadas combatiendo lo que se denomina turismo sexual infantil, que no es otra cosa que la explotacion sexual de ninas, ninos y adolescentes en contextos turisticos.
No es casual que Filipinas sea uno de los destinos senalados en foros internacionales sobre este problema. Organizaciones como ECPAT International y UNICEF han identificado al pais como uno de los principales destinos para la explotacion sexual infantil, producto de la combinacion de pobreza extrema, demanda extranjera sostenida y conectividad digital.
Esa permisividad cultural convive con otra forma de impunidad: la institucional. Aunque existan avances legislativos, la lentitud de los procesos judiciales y los plazos de prescripcion favorecen a los agresores.
La prescripcion penal no solo consagra la impunidad, sino que debilita las estrategias de prevencion. Los denominados “juicios por la verdad” suelen carecer de efectos preventivos reales porque no imponen limites al agresor. Cuando los delitos prescriben y el Estado ofrece ese procedimiento como consuelo, el mensaje hacia las y los sobrevivientes es duro: la verdad se declara simbolicamente, pero no hay proteccion, sancion ni reparacion efectiva. El agresor puede quedar libre y en condiciones de volver a actuar.
Los testimonios repiten sentimientos similares: frustracion, desgaste y la certeza de que el agresor podria seguir actuando “en este mismo instante”, como expreso Federico Zavattaro, sobreviviente de violencia sexual institucional en un colegio de Buenos Aires cuya causa prescribio y a quien se le propuso un juicio por la verdad que rechazo.
Esa experiencia subjetiva -la de una justicia tardia que ofrece solo un tramite simbolico- desalienta la denuncia y erosiona la confianza social en el sistema. Una sociedad que responde a crimenes sexuales con procedimientos simbolicos reproduce la misma negacion que permite que la violencia continue. Sin justicia efectiva no hay prevencion posible.
La violencia sexual contra bebes, ninos, ninas y adolescentes constituye una forma de tortura y una grave violacion de derechos humanos, por lo que no deberia prescribir.
El derecho internacional lo reconoce: la Convencion contra la Tortura define como tortura todo acto que cause dolor o sufrimiento fisico o mental grave en una relacion de poder, autoridad o control. El Comite de los Derechos del Nino ha senalado que cualquier forma de violencia sexual contra menores puede constituir trato cruel, inhumano o degradante -y, en muchos casos, tortura- dadas la extrema vulnerabilidad de las victimas y la intencionalidad del agresor.
No es necesario un conflicto armado para que exista tortura: sucede en hogares e instituciones cuando un adulto somete sexualmente a un nino. En mi experiencia profesional de mas de treinta anos, quienes han vivido estas violencias describen el acto con marcas equivalentes al terror y a la aniquilacion subjetiva que caracterizan la tortura.
Existe ademas un problema poco abordado: organizaciones que convierten la violencia sexual en un recurso para obtener financiamiento. Se presentan como defensoras, pero instrumentalizan a sobrevivientes, usan sus historias para ganar visibilidad y acceder a subvenciones internacionales sin impulsar transformaciones reales. He denunciado estas practicas en instancias internacionales y tambien las he observado en algunas organizaciones pequenas en Argentina. Esas conductas explotan la vulneracion y perpetuan un sistema que se alimenta de la violencia que dice combatir.
Prevenir uno de los crimenes mas atroces que pueden sufrir ninas, ninos y adolescentes exige aprender de lo que ya sabemos y de quienes sobrevivieron.
Ninguna politica de proteccion sera efectiva si no incorpora la experiencia de las personas que atravesaron estas violencias. Los sobrevivientes son actores centrales: su testimonio no es solo memoria, sino conocimiento imprescindible para disenar justicia, salud y politicas de prevencion reales. Tambien permite que otras victimas rompan el silencio sabiendo que no estan solas.
La violencia sexual infantil no se detiene con efemerides ni con declaraciones solemnes; exige desarmar las logicas que la sostienen: la erotizacion de lo infantil, la estetica de la vulnerabilidad, la indiferencia adulta, la instrumentalizacion del dolor y la disponibilidad simbolica de la infancia como objeto de deseo. Mientras no transformemos la trama cultural que habilita y reproduce la vulneracion, poco cambiara.
Esos tres dias consecutivos no pueden quedar en lo simbolico: deben ser un llamado politico y etico, no meramente ceremonial. Deben impulsarnos a tomar decisiones concretas -financiamiento sostenido, legislacion adecuada, justicia efectiva y politicas masivas de prevencion- para proteger a la infancia, que hoy sigue siendo el grupo etario mas desprotegido.
* Sonia Almada: Licenciada en Psicologia por la Universidad de Buenos Aires. Magister Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el nino, violencia de genero e intrafamiliar (UNESCO). Se especializo en infancias y juventudes en Latinoamerica (CLACSO). Fundo en 2003 la asociacion civil Aralma, que trabaja para erradicar las violencias contra infancias, juventudes y familias. Es autora de los libros La nina deshilachada, Me gusta como soy y La nina del campanario.


