La nocion de progreso ha pasado de ser un hecho asumido a convertirse en un tema discutido: la experiencia historica muestra que no puede considerarse automaticamente garantizado y conviene entenderlo mas bien como una aspiracion hacia la que dirigir esfuerzos colectivos.
Este cambio reduce la fuerza demostrativa del progreso y lo coloca al mismo nivel que otras propuestas de futuro. No sirve ya validar la idea por mejoras puntuales ni descartarla por retrocesos, porque cualquier deterioro cuestiona la supuesta verificacion, como advirtio Karl Popper. En consecuencia, el progreso aparece como una meta deseada, no como una realidad empiricamente constatada.
Tratar el progreso como una aspiracion plantea a su vez desafios nuevos: ya no basta con senalar acontecimientos que lo configuren, sino que hay que definir con claridad que transformaciones se consideran deseables para poder calificarlas como progreso. Esa exigencia se vuelve mas complicada en una epoca marcada por el nihilismo, donde es dificil identificar un bien claro y compartido que valga la pena perseguir.
En este marco se situa Hacer el bien, de Markus Gabriel, que defiende la idea del bien como respuesta a la aridez del discurso contemporaneo. Gabriel retoma una operacion teorica similar a la de David Gauthier en La moral por acuerdo, que sostiene que la bondad puede ser ventajosa. Esa perspectiva se condensa en la maxima atribuida a Jordi Pujol -“ser honrado es un buen negocio”- aunque la coherencia personal de quien pronuncia la frase no determine la validez de la tesis.
La propuesta de Gabriel no es esperar pasivamente que la bondad se imponga, sino organizar la sociedad de modo que tenga sentido afirmar, frente al lema de Milton Friedman -“el negocio de los negocios es hacer negocio”-, que “el negocio de los negocios es hacer el bien y obtener beneficios por ello”. Gabriel sostiene que “los negocios moralmente buenos son provechosos” y denomina a ese esquema “capitalismo etico”, entendido como una reconciliacion entre valor moral y valor economico.
Gabriel reconoce las dificultades practicas de su propuesta y aboga por una “regulacion estatal externa”: politicas publicas coercitivas que orienten las empresas hacia el bien comun. Al mismo tiempo, confia en que la bondad tenga capacidad persuasiva para incidir en la realidad social.
Como ejemplo del atractivo del bien menciona la red social X, que, segun su lectura, habria entrado en declive por alinearse con practicas negativas. Aunque esa observacion puede contener algo de verdad, habria sido mas instructivo que Gabriel analizara sectores como la industria farmaceutica, donde una orientacion hacia el bien podria tener un impacto especialmente relevante para la humanidad hoy.


